Muchas personas se ven obligadas a vivir al día con los ingresos de los que disponen, y tener que afrontar un pequeño gasto extra puede suponer un verdadero quebradero de cabeza. En esos casos hay dos opciones: pedir prestado el dinero a algún amigo o familiar (cada vez más difícil porque suelen estar en la misma situación económica) o pedir un crédito rápido a una entidad privada especializada en estos productos.
La ventaja de este tipo de créditos es que apenas se exigen condiciones para poder disponer de ellos. Eso sí, las cantidades tampoco pueden ser muy elevadas. Pero se trata de productos perfectos para un capricho o un momento de agobio económico puntal.
Ejemplos puede haber muchos: una avería inoportuna en el coche, una caldera que ya no funciona y hay que cambiar, el regalo o el vestido de una boda a la que no podemos faltar o, sencillamente, una pequeña escapada para olvidarse aunque sea durante unas horas de todos los problemas.
Los créditos rápidos permiten disponer de esa cantidad en apenas unos minutos. Además, el plazo de devolución suele ser cómodo y hay empresas que permiten retrasarlo si no se llega a tiempo. También cabe la posibilidad de amortizarlo antes de tiempo si se dispone de liquidez para ello y el interés dependerá de ese plazo de devolución.
Los créditos rápidos se han convertido así en productos muy demandados y han surgido muchas entidades privadas que los ofrecen. La competencia es alta, por ello las condiciones suelen ser muy atractivas.
Simplemente hay que dedicar un poco de tiempo a comparar las diferentes ofertas, evaluando la cantidad máxima que prestan, el porcentaje de intereses que cobran, los plazos de devolución y las penalizaciones para elegir el crédito rápido que más nos convenga.
